Bosque de olmos en el Mall de Central Park, Nueva York, EE.UU.
© AWL Images/Danita Delimon
Los olmos de Central Park
Lo que hoy ves en nuestra imagen es uno de los bosques de olmos que hay en Central Park, en la ciudad de Nueva York. Discurre paralelo al Mall, un emblemático paseo diagonal de aproximadamente medio kilómetro que nace tras la calle 65 y desemboca en la fuente Bethesda. Es el único camino recto que hay en todo el parque. Y como el resto del recinto, fue diseñado en 1857 por el paisajista Frederick Law Olmstead y el arquitecto Calvert Vaux, tomando como modelo los concurridos bulevares que había en las principales ciudades europeas.
Para dar sombra al Mall, Olmstead y Calvert decidieron plantar a cada lado del camino centenares de árboles. Y eligieron los olmos americanos porque eran altos y robustos, y porque abundaban en toda la costa este. Hasta que años más tarde, en la década de 1930, apareció una enfermedad transmitida por un parásito llegado de Holanda que devastó miles de hectáreas de bosque en toda la región y que llegó incluso a poner en peligro la supervivencia de la especie.
Esa plaga todavía sigue siendo un problema hoy en día, aunque los botánicos son capaces de combatirla si la detectan a tiempo. Por eso, los olmos de Central Park están sometidos a una vigilancia exhaustiva y constante, ya que entre ellos se encuentran además algunos de los ejemplares más antiguos que hay en toda Norteamérica. Así que, cuando los responsables del parque detectan que alguno está enfermo y no lo pueden salvar, lo talan sin más contemplaciones para evitar que contagie al resto. Y la primavera siguiente, lo reemplazan por otro sano para mantener siempre la misma densidad forestal.