Monte Taranaki, en la Isla Norte de Nueva Zelanda
© Francesco Vaninetti/plainpictur
El volcán desterrado
Cuentan los aborígenes neozelandeses que el monte Taranaki no siempre estuvo tan solo y asilado como hoy en día. Según una leyenda, hace miles de años convivía con otros volcanes, hasta que un día decidió enfrentarse a su semejante Tongariro por el amor de una montaña llamada Pīhanga. Ambos libraron una encarnizada batalla en la que Tongariro perdió la cabeza, pero salió vencedor. Y Taranaki fue desterrado y tuvo que marcharse al oeste, dejando tras de si un reguero de lágrimas que dio lugar a los ríos que hoy cruzan la región occidental de la Isla Norte.
Pese a aquella derrota, no se puede decir que desde entonces le hayan ido mal las cosas, ya que es uno de los estratovolcanes activos más imponentes y visitados de todo el territorio. Y a su alrededor hay un parque natural, el de Egmont, cuya belleza es incomparable. Además, sigue compitiendo con Tongariro, aunque ahora lo hace en la gran pantalla. Si habéis visto la película “El último samurái”, lo reconoceréis suplantando al monte Fuji de manera brillante en un puñado de tomas que quitan el aliento. Mientras que su rival tuvo que conformarse con servir de escenario para las escenas del reino maldito de Mordor en “El Señor de los Anillos”.