Criadero de ostras en la isla de Notojima, Ishikawa, Japón
© divedog/Shutterstoc
Una explosión de sabor
Eso que ves y que parece una hilera de minas submarinas es en realidad un criadero de ostras. Así que no te preocupes porque no van a explotar, a no ser que lo hagan en tu boca cuando le hinques el diente a alguna. La ostricultura es una práctica cada vez más extendida que nos permite disfrutar de estos bivalvos durante todo el año. Y dependiendo del país en el que nos encontremos, veremos que se emplea una u otra técnica de cultivo.
En el criadero de nuestra imagen, tomada en Japón, se utiliza la técnica en línea, que no es otra cosa que una cuerda atada a un peso muerto y con una boya en su otro extremo, de modo que las ostras van formando piñas que con el tiempo irán creciendo hasta que se puedan recoger. En realidad, llevamos siglos haciendo esto, como mínimo desde tiempos de los romanos, porque las ostras han sido siempre un importante recurso alimenticio.
Y no sólo eso, al filtrar el agua, higienizan el litoral. Y además también lo protegen, porque cuando crecen en estado salvaje agarradas a las rocas, forman una barrera natural que amortigua los efectos de tormentas y huracanes. Por eso, entre otras cosas, existe una regulación cada vez más restrictiva que limita el número de capturas.